Dos libros interesantísimos para entender la incidencia del fenómeno protestante en la Historia de Occidente: “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de Max Weber y “El protestantismo y el mundo moderno” de Ernst Troeltsch”
Ninguno de estos grandes sociólogos ha puesto el fenómeno como se ha pensado (sobre de todo del texto de Weber) como un aspecto determinante. Ambos autores entienden la incidencia del proyecto protestante dentro de lo que Weber llama una particularidad histórica. Significa esto que las mismas ideas no evolucionan de la misma manera en todos los lugares, sino antes, dependen de otras aristas (por ejemplo las necesidades políticas) para que un proyecto avance o se estanque o se extinga. Existe una dialéctica constante entre todas las aristas que concitan en un sistema social.
En lo que respecta estrictamente a la economía, acaecía capitalismo antes del inicio de la marcha histórica del protestantismo. Weber lo que hace en su texto es remarcar la importancia del ascetismo intramundano de los protestantes ingleses y norteamericanos en la consolidación del capitalismo avanzado, quiero decir, en aquel capitalismo que se necesita del grandes cantidades de capital acumulado. En este sentido, y tal como la dice Karl Marx en los manuscritos de 1848: “el capital es trabajo acumulado” Es decir, un trabajo extenuante cuyos frutos no se dilapidan en los deleites de este mundo. Se trabaja vigorosamente para la gloria de Dios. El fin del trabajo no es el deleitarse con las riquezas producidas sino cumplir la voluntad de Dios.
Este espíritu tal como lo recuerda Weber se diluyó, en tanto el capitalismo ya no necesita de este para funcionar, ahora el capitalismo echa mano de otras muletas para sostenerse.
A este respecto dice Troeltsch:
“Al no trabajar ya por el ascetismo en honra a Dios, sino por el logro de poder por honra del hombre, no tiene de común con el protestantismo más que el fuerte espíritu individualista, sino el contrapeso del viejo espíritu calvinista social y religioso. Es, precisamente, la suerte del ascetismo intramundano protestante, que reconoce el trabajo y la vida en el mundo pero no les atribuye un valor ético íntimo esencial y, así, no se puede librar de los espíritus que surgen del mundo reconocido y, al mismo tiempo, ignorado. En el ascetismo intramundano se albergaba un antagonismo entre el cielo y la tierra, y en este antagonismo la tierra le ha ganado la partida. Por eso también las teorías éticas que sirven hoy de base al orden de vida capitalista han caído, diversamente, en un utilitarismo religiosamente indiferente”
La idea concluyente de nuestro autor respecto de esta contrariedad, es, que esto se convierte en un problema para el mismo protestantismo cuyas doctrinas ético-económicas de la Reforma ya no sirven de mucho para resolverlo. Yo afirmo que es aquí cuando debe entrar en acción la esencia misma del espíritu de una Iglesia Reformada: “Una Iglesia Reformada siempre reformándose”
Eso que llamamos modernidad y que es el brillo del modo de vida capitalista, está también marcado por el contingente protestante. El protestantismo ha fomentado a menudo en forma grande y decisiva el nacimiento del mundo moderno, pero en ninguno de esos dominios es creador; es más bien catalizador del desarrollo de los elementos que forman la modernidad occidental, el Estado moderno por ejemplo: la secularización de la historia: “la doctrina de los dos reinos” o, el adiós a la egida papal todopoderosa. En este sentido más o menos podemos hablar de los principados protestantes, príncipes que protestan, de donde viene el adjetivo protestante. Algo más: de allí la larga tradición de una relativamente estable relación entre los Estados Liberales y las Iglesias protestantes, se han apoyado bastante bien históricamente.
El fermento protestante en el campo de la modernidad es bastante elevado, sin embargo, dice Troeltsch:
“El Estado moderno y su libertad y su régimen constitucional, su burocracia civil y militar, la economía moderna y la nueva estratificación social, la ciencia moderna y el arte moderno, se encuentran ya en marcha, con grados diverso de adelanto, antes que el protestantismo y sin él; arraigan en el desarrollo de la baja edad media…En el fondo el protestantismo no ha hecho más que eliminar en su ámbito los obstáculos, que el sistema católico a pesar de toda su brillantez, ha opuesto necesariamente al nacimiento del nuevo mundo y, sobre todo, ha proporcionado el terreno saludable de una buena conciencia y de una fuerza pujante para la plenitud de las ideas seculares y libres de la modernidad”
En la contingencia del mundo contemporáneo el papel de la religión está, a pesar de todo, activo e influyente. La Iglesia católica tiene ciertos duros de los que no se pude liberar por ser una supraestructura (no me refiero al concepto marxista). El protestantismo de corte liberal está y, de acuerdo a su tradición: siempre reformándose. Por ejemplo el hecho de asignar pastores para las comunidades gay, entender a éstos como sujetos de pastoral, aún más elevado es el ordenamiento de ministros pastorales gay (Luteranos y Anglicanos). ¡Sucesos seguiremos viendo! La Iglesia Católica Romana, por supuesto, pone el grito en el cielo. Los ministros episcopales que no están de acuerdo están poniendo sus ojos en la Iglesia Romana, ésta los está llamando a sus filas. ¡Pero son curas casados! ¿Qué va hacer con este asunto del celibato?