sábado, noviembre 10, 2007

Pensando en La Antigua (el abuso de nuestra historia)

Preguntas de un obrero que lee


¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas?
En los libros se mencionan los nombres de los reyes.
¿Acaso los reyes acarrearon las piedras?
Y Babilonia, tantas veces destruida,
¿quién la reconstruyó otras tantas? ¿en qué casas
de Lima, la resplandeciente de oro, vivían los albañiles?
¿A dónde fueron sus constructores la noche que terminaron la Muralla China?
Roma la magna está llena de arcos de triunfo.
¿Quién los construyó?
¿A quién vencieron los Césares? Bizancio, tan loada,
¿acaso sólo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta la legendaria Atlántida, la noche que fue devorada por el mar,
los que se ahogaban clamaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él sólo?
Cesar venció a los galos;
¿no lo acompañaba siquiera un cocinero?
Felipe de España lloró cuando se hundió su flota.
¿Nadie más lloraría?
Federico Segundo venció en la Guerra de Siete Años. ¿Quién
más venció?

Cada pagina una victoria.
¿Quién guisó el banquete del triunfo?

Cada década un gran personaje.
¿Quién pagaba los gastos?

Tantos informes,
tantas preguntas.

(Bertolt Brecht)


Esto me recuerda a Benjamin:





Fustel de Coulanges recomienda al historiador, que quiera revivir una época, que se quite de la cabeza todo lo que sepa del decurso posterior de la historia. Mejor no puede calarse el procedimiento con el que ha roto el materialismo histórico. Es un procedimiento de empatía. Su origen está en la desidia del corazón, en la acedía que desespera de adueñarse de la auténtica imagen histórica que relumbra fugazmente. Entre los teólogos de la Edad media pasaba por ser la razón fundamental de la tristeza. Flaubert, que hizo migas con ella, escribe: «Peu de gens devineront combien il a fallu étre triste pour ressusciter Carthage». La naturaleza de esa tristeza se hace patente al plantear la cuestión de con quién entra en empatía el historiador historicista. La respuesta es innegable que reza así: con el vencedor. Los respectivos dominadores son los herederos de todos los que han vencido una vez. La empatía con el vencedor resulta siempre ventajosa para los dominadores de cada momento. Con lo cual decimos lo suficiente al materialista histórico. Quien hasta el día actual se haya llevado la victoria, marcha en el cortejo triunfal en el que los dominadores de hoy pasan sobre los que también hoy yacen en tierra. Como suele ser costumbre, en el cortejo triunfal llevan consigo el botín. Se le designa como bienes de cultura. En el materialista histórico tienen que contar con un espectador distanciado. Ya que los bienes culturales que abarca con la mirada, tienen todos y cada uno un origen que no podrá considerar sin horror. Deben su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea a la vez de la barbarie. E igual que él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el que pasa de uno a otro. Por eso el materialista histórico se distancia de él en la medida de lo posible. Considera cometido suyo pasarle a la historia el cepillo a contrapelo.



Walter Benjamín (Tesis de Filosofía No. 6)

La Antigua Guatemala tan peleada hace unos días por los que le quieren poner mano, (Susana Asensio y compañía) es un documento de barbarie. Los historiadores del arte parecen olvidar esto. Si señores el gran arte es un asunto de barbarie, estos maricones enloquecen con cada detalle. Tuve que aprenderme cada nombre del los maestros arquitectos, pintores, escultores, el nombre de los elementos arquitectónicos. Pero siempre pensaba en la cantidad de indios sin nombre, que acarrearon piedras, que murieron en los periodos de construcción: Sangre, sudor y lágrimas: una historia que no nos cuentan.

Dicen que Ubico hizo el palacio nacional, por favor, la mayoría de obras publicas de esta dictadura, corresponden al boleto de vialidad que debían presentar los indios.

1 comentario:

Hop Hunahpu (Quintus) dijo...

qué interesante que el chapín promedio no se de cuenta que las dos cosas de que más nos enorgullecemos en Guatemala sean ruinas de obras...